¿Porqué
apareció María como Nuestra Señora del Monte
Carmelo?
Por el P. Alfred Combe
Cuando Nuestra Señora aparece a sus hijos en tierra bajo
una advocación determinada, es en general con un propósito
concreto. Cuando en 1858, en Lourdes, la joven Bernadette Soubirous
preguntó a “la hermosa señora” quién
era, ella respondió: “Soy la Inmaculada Concepción”.
Evidente ratificación del dogma de la Inmaculada Concepción
proclamado, unos pocos años antes (en 1854) por el papa Pío
IX. En 1917 Nuestra Señora vino a Fátima como “La
Señora del Rosario”, para destacar esa tan poderosa
oración e instarnos a usarla para pedir el perdón
de Dios y la ayuda y protección de Nuestra Señora
ante los hechos catastróficos que se avecinaban con la segunda
guerra mundial y la difusión del comunismo ateo.
¿Porqué entonces se presentó la Virgen a su
llegada a Garabandal como “Nuestra Señora del Monte
Carmelo”? ¿Qué significa ese nombre para los
cristianos de hoy día?
Un tema divino
Mirando de nuevo a Lourdes empezamos a vislumbrar un tema divino
en desarrollo. La bendita Virgen hizo su última aparición
en Lourdes el 16 de julio de 1858, en la fiesta Nuestra Señora
el Monte Carmelo. Durante la aparición final en Fátima,
el 13 de octubre de 1917, durante el “milagro del sol”,
la Virgen apareció primero como había estado apareciendo
a los tres niños pastores, con su corazón doliente
visible. Y luego apareció como Nuestra Señora del
Monte Carmelo, con “algo colgando de su mano derecha.”
Sin duda “algo” era el escapulario. Cuarenticuatro años
más tarde Nuestra Señora apareció en el villorrio
montañés de San Sebastián de Garabandal, en
el norte de España, con un prominente escapulario marrón
atado a la muñeca derecha.
Título y Sacramento
En 1251 María, teniendo un escapulario en la mano, apareció
como Nuestra Señora del Monte Carmelo ante san Simón
Stock, General de los monjes Carmelitas, y le inspiró la
creación de una cofradía cuyos miembros deberían
llevar el escapulario y dedicarse al servicio de la Virgen. Desde
entonces, el título “Nuestra Señora del Monte
Carmelo” y el escapulario han permanecido inseparablemente
vinculados.
Es también tradición entre los carmelitas que cuando
Elías (el profeta del monte Carmelo) cubrió con su
manto a Eliseo para impartirle su espíritu, su acto era una
prefiguración de la Virgen cubriendo a sus hijos con el escapulario.
Es de la más alta importancia para los católicos que
viven hoy, cuando entramos en horas tenebrosas para la humanidad,
el estar consagrados por el escapulario a la Madre celestial, y
así puestos bajo el manto de su protección. En el
mismo sentido reza una profecía atribuida a Santo Domingo:
“Vendrá un día en que por el rosario y el escapulario
Nuestra Señora salvará al mundo. “
Pero, aparte de esta vinculación con el escapulario ¿tiene
el título “Nuestra Señora del Monte Carmelo”
algún otro significado?
Carmelo – símbolo de belleza
El Carmelo es una montaña de antigua fama próxima
a la moderna Haifa. Su nombre hebreo significa “jardín”
o “vergel”. Se lo llamaba así en épocas
remotas, debido a sus faldas bien irrigadas, cubiertas de abundante
y variada vegetación. De modo que su nombre entró
al verso bíblico como encarnación de las ideas de
belleza y abundancia. En el cántico de Salomón, el
novio, deslumbrado ante la belleza de la novia, le dice: “Llevas
alta la cabeza, como el Carmelo…¡Qué hermosa
eres! ¡Oh amor, oh deleite!”
Anunciando la liberación de Israel, Isaías profetizaba:
“Le será dada la gloria del Líbano, la hermosura
del Carmelo y del Sarón. Se verá la gloria de Yavé
y la magnificencia de nuestro Dios.” En su piedad, inspirada
por el Espíritu Santo, la Iglesia tomó esta imagen
bíblica para describir a la bendita Virgen, “Flor del
Carmelo, viña fructífera, esplendor del cielo.”
Y de veras que en Garabandal las cuatro niñas videntes estaban
en éxtasis ante Nuestra Señora del Carmelo, arrobadas
por su belleza. Así, por su título, Nuestra Señora
del Monte Carmelo, la bendita Virgen, la enteramente hermosa, enteramente
santa, enteramente buena, la alegría de Dios nos recuerda,
como en el Magnificat, las maravillas que Dios hizo para ella –
y para nosotros. Si trata, por su belleza, de atraernos a su corazón
¿no es para hacernos oír su mensaje de salvación
y atenernos a él?
El Carmelo, símbolo de fe
Así como el monte Horeb, en el Sinaí, nos recuerda
a Moisés y la Ley, el monte Carmelo evoca a Elías
y los profetas. Es el Monte Sagrado, el monte inspirado.
En la época de Elías, el reino de Israel se encontraba
en estado calamitoso. Falsos sacerdotes y profetas por centenares,
protegidos por la corte, predicaban abiertamente el culto de Baal.
Además de esta idolatría menudeaban la corrupción,
la injusticia y el crimen. Esta situación amenazaba aún
al fundamento de la fe de Israel.
Hombre de fe
Fue entonces cuando apareció Elías. Solo frente a
los sacerdotes y profetas de Baal, solo frente al rey y al pueblo,
solo frente a las fuerzas de descomposición, Elías
surgió como un campeón de lo absoluto. Hombre de oración
y de penitencia, de contemplación y de acción, de
osadía y de humildad, incorruptible ante los grandes, compasivo
con el pobre y el viudo, consumido por el fuego de Dios, Elías
predicó la conversión al Dios vivo de Abraham, Isac
y Jacob.
Después que todo Israel se hubo plegado al culto de Baal,
Elías reunió a toda la población y a los 450
falsos profetas en el monte Carmelo y propuso una prueba. Tanto
él como los falsos profetas implorarían a Baal para
que mandase fuego y luego Elías imploraría al Señor.
Todos convinieron en que el sacrificio que se encendiera revelaría
al verdadero Dios. Los profetas de Baal, tras largas horas de preparación,
de danzas en derredor del altar y de penitencias cortándose
con espadas, fueron incapaces de conjurar fuego alguno. Luego Elías
imploró al Señor y bajó del cielo un fuego
que consumió, no sólo el sacrificio, sino también
el altar. Y viendo esto los israelitas, se postraron en adoración
del verdadero Dios.
Gran popularidad trajo esto a Elías y su nombre quedó
definitivamente ligado al del monte Carmelo y a su prueba espectacular
en testimonio de Dios. Desde entonces, el monte Carmelo ha quedado
como un símbolo de conversión y de retorno a Dios.
Falsos
profetas
Hoy todas las fuerzas del mal se conjuran contra nuestra fe cristiana,
a veces abiertamente, más frecuentemente disfrazadas de profetas
o como lobos vestidos de ovejas. Los falsos profetas atacan nuestros
dogmas más consagrados y se empeñan en desvirtuar
los más importantes valores místicos, ascéticos,
morales, espirituales y humanos de nuestro tiempo.
Mujer de fe
Como Elías, pero más que Elías, por ser reina
de los profetas, María nos repite la palabra perdurable de
Dios. “Debéis convertiros” (Actos, 3:19.) En
Garabandal dijo: “Debemos hacer mucha penitencia. Si no cambiamos,
nos vendrá un castigo.” Nos recuerda lo absoluto en
la Eucaristía y en el sacerdocio. “Debemos visitar
frecuentemente al Santísimo Sacramento…Muchos cardenales,
obispos y sacerdotes van por el camino de la perdición.”
Como co-redentora nos presenta lo absoluto de la Cruz y del sacrificio.
”Debemos hacer muchos sacrificios…Pensad en la pasión
de Jesús.” Y como es la Inmaculada, nos llama a la
perfección. “Ante todo, debemos ser muy buenos.”
La clave
Al fin empezamos a ver porqué la bendita Virgen vino a Garabandal
como Nuestra Señora del Monte Carmelo – ese símbolo
de protección materna, de fe y de conversión.
En una locución el 20 de julio de 1963, Nuestro Señor
dijo a Conchita que como resultado del milagro “Rusia se convertirá
y todos amarán nuestros Corazones.” Con sólo
meditar sobre esto comprobamos que no podemos siquiera imaginar
todo el impacto que los hechos de Garabandal tendrán en el
mundo. Tal vez el verdadero significado del título que tomó
la bendita Madre en Garabandal deba quedar reservado al futuro.
Y he aquí un detalle que merece atención: de un lado
del escapulario que llevaba la Virgen en su muñeca en Garabandal
había una cruz; del otro lado había un monte.
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